Exposición retrospectiva que homenajeó la trayectoria artística de Federico Silva, en la antesala al centenario de su nacimiento, a partir de la revisión histórica de su obra producida a lo largo de ocho décadas.
El proyecto, realizado a partir de un diálogo constante con el artista, resultó un ejercicio inédito, pues hasta el momento no se habían reunido obras de sus principales etapas en una sola exposición, apostando así por una lectura sintética para propiciar una experiencia sensorial.
Esta muestra cerró un ciclo iniciado en 1945 cuando, como asistente de Siqueiros, Federico Silva trabajó en la realización del mural Nueva democracia, pintado para el Museo del Palacio de Bellas Artes, recinto que lo vio emerger como un artista libre, poseedor de una vitalidad inigualable y de un lenguaje múltiple.